En dĆa cualquiera, cuando estudiaba en BogotĆ”, me llamĆ³ una buena amiga porque iba a venir el jefe de su novio, que era el gerente de Amper, para LatinoamĆ©rica, uno de los principales proveedores del grupo telefĆ³nica, especialmente en el desarrollo de la tecnologĆa celular para esta zona. Ellos estaban asustados porque Ć©l, su nombre es Juan Allende, era un tipo intelectual, de una conversaciĆ³n fluida e interesante, un tipo culto, disertador y gran lector, por lo que lo primero que se les ocurriĆ³ fue llamarme a mĆ, la literatura de pueblo, para que los sacara de esa comida que prometĆa ser insoportable. Yo rebelde como ninguna, un poco mĆ”s beligerante en esa Ć©poca, le dije que no: que quĆ© pereza esos lugares de la 82, que esos restaurantes estaban llenos de muggles, que la mitad de los yuppies bogotanos comĆan allĆ”, que no, que quĆ© desastre que me pidieran ese favor, que leyeran ellos, y que ademĆ”s jugaba el Deportivo Cali por la Libertadores y yo me iba a ver el partido. Mi buena amiga, que ademĆ”s de aguantarse todas las diatribas contra la ignorancia que pude decir, aĆŗn me quiere, me lo volviĆ³ a pedir y me dijo que habĆa encontrado un sitio bueno para comer en donde iban a pasar el partido. AsĆ pues terminĆ© con mi camiseta verde, en lo que acabĆ³ siendo el principio de una amistad para siempre. ConversĆ”bamos mucho, discutĆamos por casi todo, estĆ”bamos de acuerdo en lo fundamental, pero tenĆamos dos Ć³pticas. Ahora pienso, que nos contradecĆamos para seguirnos viendo, dejando las conversaciones en puntos Ć”lgidos. Pasaron los aƱos y me fui a vivir a EspaƱa para hacer mi posgrado, y de su mano conocĆ los mejores lugares de Madrid, yo, con mi desparpajo caleƱo y provocante, y Ć©l con su seriedad de ministro de relaciones exteriores. Lo llamaba siempre y le decĆa #YoMeBajoEnAtocha, recĆ³geme allĆ. Estuvimos en el Mayte Commodore, restaurante que fue el centro de las intrigas polĆticas del franquismo, en alguno que otro del Pardo, y en uno muy bonito, cerca del BernabĆ©u llamado Castellana 179, en donde me comĆ unas tapas deliciosas, con sabores que no habĆa probado nunca y que se me reventaban de placer en la boca, goces y goces entre pancitos, que juntaban el jamĆ³n ibĆ©rico, con las mermeladas de higos, o el queso de cabra con pimientos ahumados. Era mi primera vez con todo aquello, un lujo gastronĆ³mico que habrĆa de quedarse para siempre en mi memoria. El sabor del queso de cabra, tan untuoso, mĆ”gico y febril, es un infaltable en mi cocina. AsĆ que hoy, pensando en Juan Allende y en los barcitos y cafeterĆas de barrio corriente de ChamberĆ, a las que yo lo llevĆ©, hice este plato para ustedes recordando la bella estĆ©tica de la diferencia.
Para escuchar #YoMeBajoEnAtochaĀ deĀ @JoaquĆnSabina
mientrasĀ preparamosĀ una...
Para 4 personas.
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INGREDIENTES
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2 Berenjenas quemadas al fuego, peladas y cortadas en cubos
15 tomates cherry cortados a la mitad
2 cebollas ocaƱeras, o cabezonas pequeƱas en rodajas no muy delgadas
40 gramos de Miel de Mora (El Escudo)
200gr Kefir de cabra (El Escudo)
100gr adicionales de Kefir de cabra para las cebollas crocantes
Hojas de cilantro, hierbabuena y albahaca
Aceite de oliva
Sal y pimienta
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Primero pasa las cebollas por harina y sacĆŗdela bien. Luego pĆ”salas por el kĆ©fir y
vuĆ©lvelas a pasar por la harina. En un aceite caliente frĆelas de poco en poco.
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Una vez que las tienes listas, sobre un molde plano pones el kƩfir, encima las berenjenas,
los tomates cherry, le pones la miel de mora y el aceite de oliva, sal maldon y pimienta a tu gusto, y terminas con las cebollas crocantes, y las hojas de cilantro, hierbabuena y albahaca.