Costillas de cordero con semillas de mostaza, comino e hinojo

El Escudo
10 nov
3 Min. de lectura

Se siente solo mi Bar de al Lado, ausentes Iván, Camilo y Sebastián; Mía, Don Pepe y Alfonso; Santiago, Analía y Elsa. Se mecen en sus asientos la suerte echada, la rueda de fortuna y el mago del tarot. Mi bar de cobre es ahora nuestro espacio de dos metros para almorzar. Somos tres: mi resiliente barman que despeja las estanterías y los pasillos antes llenos; mi mesero, que completa sus horas con movimiento y entregas a domicilio, y yo, que cocino. Se ha instaurado entre nosotros una logia tácita a la hora del almuerzo tardío, en mi barra, en la que les cuento quién soy. Ya se dieron cuenta de que siempre le pongo más agua al arroz, no me han dicho pero ya lo saben: me gusta suelto pero que se aplaste en la lengua. Almorzamos bebiendo las tres cervezas que se van a vencer al día siguiente y tomamos un poco de frío ahora que mi bar es caliente porque se robaron el aire acondicionado. oigo mi lista de canciones... el oreganón con el romero para el jugo de las papas rellenas, mientras canto #Resistiré. Me huele a las hojas que recogí en Manuelita y pienso en cuánto he querido y enseñado, y me siento muy tranquila: he sido compañía, nostalgia y caminata durante estos años. Sé que mis cocineras se van con mucho conocimiento, listas para cualquier reto. Y yo lo estoy para el siguiente: volver a empezar, a amar y a construir un mundo amable para mí. Por eso esta receta huele a mi casa materna y a columpio de vuelo, a pasto de corte y galleticas de mantequilla, a jazmín de la noche y niñez. Abro nuevamente los cerrojos de mi alma para tender las mesas de mi espíritu danzante, alisto con servilletas de retazos y hojas de parra este nuevo restaurante que está adentro mío, que me acompaña en sueños y que seguirá montado para siempre en el Quijote de cemento de afuera, que dejó que la hierba del tiempo nos diera una segunda oportunidad junto al Guayacán que precede la entrada y que florecerá en julio, como todos los años.