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EL ESCUDO

Durante todos estos años de mi restaurante El Escudo, he venido transformando mi propuesta gastronómica, basándome en lo que me atraviesa, en lo que el mundo va dejando en mi cuerpo. Después de mi viaje por el suroccidente colombiano, El Gran Cauca y las cordilleras, tras haber dejado con mi nostalgia, en la neblina de la selva tropical húmeda, una parte de mi intuición de país, construí la carta que teníamos antes de la pandemia, se llamaba INTEREA: en la vía del mientras, un territorio transitorio hacia alguna parte.

Estos dos años de silencio, me fueron contando que ese tránsito, no era la trocha hacia un destino que iría encontrando, sino que los ferrocarriles del pacífico, trazados por mi tatarabuelo Estanislao Zawadsky, eran el motivo exacto. El viaje como símbolo del movimiento permanente, la carretera hacia mí misma, la serpiente azteca que se muerde su cola.

Producto de la conciencia de que el tránsito es mi única certeza, les presento una nueva etapa de nuestro proyecto de El Escudo.
La carta 2022:

Eso es lo que soy. Recorro mi vida por medio de los sabores, los olores, las personas que he amado, y los lugares en los que ido dejando pedazos de mí misma, trozos completos de mi cuerpo, que transformo hoy en calderos, en homenaje y creación en simultánea para ustedes, mis compañeros de viaje, en esta baraja de la suerte, en la que confabulan para nosotros, Hermes y Dionisios, Odín y Osiris, Changó y Yemanyá, y en la que a la vez puedo ser Juana de Arco y una Valquiria que recibe a sus héroes guerreros muertos en combate en el Valhala, para asistirlos con mis menjurjes, pócimas y recetas en una celebración eterna, henchida de cocciones y vinos, en nuestro aquelarre infinito y placentero por esta tierra, llena de comilonas, pucheros, antojos y letras. Así en este nuevo capítulo de El Fogón de mi Memoria, empieza una vez más una historia....

Bienvenidos!

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