
EL ESCUDO
He atravesado mi territorio y mi cuerpo de diferentes formas.
Momentos de diversas lucideces y sabores han pasado a lo largo de los últimos años.
INTEREA, ZÍNGARA, EL MENTIDERO
fueron formas de contar lo que he ido viviendo en medio del proceso de
investigación, a través de las historias y de los sabores.
Ahora, mi cuerpo llama al silencio. Entro en una temporada en la que la fragilidad
es la protagonista, como un telar en el que cada hilo tiene un sentido.
Así camino por los manglares con la suavidad de quien no debe ser visto, de quien
conoce qué pasos dar. Murmuro para mí misma los conjuros aprendidos y dejo a la
selva cantarme en sus tiempos, como muevo las sartenes con más sutileza.
Ahora renace, después de la tormenta, la mirada sagaz de los caminos recorridos.
Se deja llevar por la belleza que siempre ha tenido, pero ahora también se deja tocar.
Las hojas que se mecen en la noche,
y que sólo alteran con su chasquido el canto de las ranas,
la palabra dicha que se queda en ecos del tiempo y se permite libre;
la lluvia que estremece y sana, y que deja sobre los platos
la fuerza de lo que la tormenta ha limpiado.
Esta carta es un canto de alegría y de silencio. Es una forma de contarles, con trozos
de maíz y yuyo, la historia que venimos haciendo juntos desde hace veinte años.
Ahora no es una historia de tránsito, como en INTEREA,
no se deja llevar por su fuero de viajera nómada, como ZÍNGARA,
no se queda debajo de un almendro, como en EL MENTIDERO.
Ahora BAMBÚA recorre su propia naturaleza para honrarla sin miedo,
asistiendo a los paisajes del suroccidente con la mano tendida de la confianza.
Habiendo caminado sobre el fango, el territorio se vuelve un canto interior

