Dentro del grupo de seƱoras libanesas que llevaba a sus hijos a Libertadores, elĀ barrio tradicional de Cali, a que les cortara elĀ pelo Vallejo, estaba Bertha. Ella que tenĆa por norma trasquilar a Edgar y a Adriana sin que alcanzaran a mediar, llevaba siempre consigo una cajita de delicias orientales que compartĆa con los que en ese momento pasĆ”bamos por esa peluquerĆa para recochar con elĀ peluquero que era conocido en nuestro barrio porque alrededor de Ć©l, se situaban las historias de todas las calles, y se vivĆa a veces, como en elĀ caso de las libanesas, una especie de submundo, una estela sobrenatural, que nos cobijaba a todos con un no sĆ© quĆ© de primera plaza, de metrĆ³poli de vieja usanza, y nos ponĆa a debatir, o mejor a chismear, de cosas que no eran las nuestras, dĆ”ndole espacio a una invenciĆ³n de niƱos, que sumada a la violencia del barrio, y todos los que andares de las personas del comĆŗn, nos brindaban en la casa de Vallejo los relatos con los que alimentar la saƱa de calle, todas las semanas. Vallejo era un indio nariƱense, flaco y solo, se habĆa venido desde muy joven al Valle. En esa casa esquinera se juntaba todo lo que ocurrĆa; Libertadores era una especie de ciudad que combinaba lo que quedaba de la sociedad caleƱa que habĆa colindado con la educaciĆ³n y la riqueza, y que se habĆa permeado al narcotrĆ”fico sin miramientos, una pĆ”gina que predecĆa con sus muertos, la desventura que habrĆa de correr todo Cali unos aƱos mĆ”s tarde: la de sucumbir desde los lugares mĆ”s altos, a la comodidad de la plata que traĆa la cocaĆna. Pero nosotros, que Ć©ramos amigos de todos, veĆamos pasar las motos, nos contaban cuĆ”les eran los muertos, nos tropezĆ”bamos a veces con las circunstancias, pero seguĆamos jugando lleva, y pasando a oĆr historias en la esquina de Vallejo. AsĆ pues, mientras la seƱora Bertha engolosinaba elĀ auditorio, #EnLaCiudadDeLaFuria, sobre las miradas irritadas de sus hijos crespos, a los que elĀ peluquero daba un tratamiento especial del corte, para bajar los recios bucles, los otros asistentes al teatro del champĆŗ y las tijeras, manoseĆ”bamos con lujuria, las galletas harinosas, tan diferentes, los kibbes, las salsas untuosas, los melaos de sabores desconocidos. De esa sensaciĆ³n, me queda la granada, una fruta que sĆ³lo entendĆ aƱos mĆ”s tarde. Por eso, en honor a todo lo que le han puesto los libaneses a nuestra fusiĆ³n de sabores, y pensando en ese crespo que fue mi mejor amigo, Edgar, les mando esta receta que estĆ” mejor que las charlas donde Vallejo, que me fueron contadas, y que relaja con intuiciĆ³n las verdades que hemos vivido, y las canjea con trocitos de berenjena, que bien habrĆan podido llegar para resarcirnos en una bella alfombra voladora, manejada pĆ©simamente por mi amada Bertha, que para contradecir su estirpe la habrĆa comprado en un mercado persa, tejida de yute y hoja de bijao.
Para escuchar #EnLaCiudadDeLaFuriaĀ deĀ @SodaStereo
mientras preparamos unas...
Para 4 personas.
INGREDIENTES
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2 Berenjenas
150 gr KĆ©fir
1 Granada
50 ml Aceite de oliva
La ralladura de un limĆ³n
50 ml Miel de granada
Sal
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Primero se ponen las berenjenas directamente sobre elĀ fuego hasta que su piel
se queme completamente. Se les quita todo lo que estĆ” quemado.
Se puede retirar bajo elĀ agua, o se pueden meter en una bolsa plĆ”stica, para que
elĀ calor ayude a que se desprenda con facilidad la piel negra.
Corta las berenjenas en cuadros y ponles un poco de sal y aceite de oliva.
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Para montar elĀ plato pon capas de berenjena, seguidas de miel de granada, kĆ©fir y
ralladura de limĆ³n. La puedes presentar como en la foto, con sĆ³lo una capa,
o puedes hacer en un molde pequeƱo varias capas. Es delicioso, mezcla muy bien,
los sabores dulces y ahumados con lo cĆtrico. La miel de granada la consigues
en supermercados que tengan importados. En Cali la puedes conseguir en elĀ SĆŗper A.
Si no la consigues, una alternativa muy rica es hacer un almĆbar de mora con un poco de vinagre balsĆ”mico, en ese caso, puedes ponerle una rama de romero mientras haces elĀ almĆbar, le da un punto muy interesante. Puedes hacer elĀ almĆbar de mora en una olla, poniendo 200 gramos de mora, 200 gramos de azĆŗcar y 5 gramos de sal.
DĆ©jalo reducir hasta que con una cuchara de madera veas que se forma
un hilo muy delgado y denso cuando lo dejas caer.