Me recuerdo a través de los años de múltiples formas, años atrevidos, desparpajados, rebeldes, soberbios, convulsivos, en los que me sentía sentía una #mamacita. Llegue a Atenas en ese momento. Monastiraki me recibió con una falda de crepé blanca, rugosa, el pelo largo, monísimo, mi espalda arqueada de gimnasta y quién se suponía era el hombre de mi vida. Ese viaje era el final de un año muy difícil en España, en el que recogía trazos de afectos muy intensos hechos de palabras y cartas que ahondaban mi carencia de país y forzaban mi visceralidad a un límite que no supe manejar muy bien. Cuando sientes tanto tu país y quieres tanto la palabra, la distancia se vuelca sin remedio contra ti y hay que saber gritar. Pero estaba estrenando novio y me iba a Grecia, así que los cuadros de Giorgio de Chirico, que habían hecho hasta el momento, junto a Velázquez, unas noches llenas de golpes de color y cuerpo, se veían las caras en Atenas. No había nada en Grecia que no fuera mágico, parecía que Palas Atenea me estaba abriendo los brazos en un solo intento de mostrarme el Olimpo. En una cuadra cualquiera del barrio Plaka, sentada en un restaurante blanco de manteles azules, probé la primera ensalada griega de mi vida. Me conmovió la frescura de los ingredientes, una combinación entre la voluptuosidad del tomate y la amargura contemplativa de las aceitunas que acompañaban con magia al queso feta, rico en textura, sabor y profundidad. Aún desayuno algunos días con esa ensalada griega mientras recuerdo que ese novio, con el que llegué luciendo la falda blanca y el arco maravilloso, decidió acabar la historia de amor tres días después, en la mitad del Mediterráneo, y yo terminé como la Venus de Milo, un poco incompleta y muy descuadernada, en un avión de Iberia antes de tiempo. Ahora, con menos estoicismo y menos arco, disfruto este plato con las manos, loca de placer, con trocitos de historia que me comunican no sólo con mis recuerdos sino con ese rincón distante que guarda las penas como tesoros en el cajón de la memoria.
Para escuchar #Mamacita de @CollieBuddz
mientras preparamos una..
Para 4 personas.
INGREDIENTES
400 gramos de tomates chontos muy rojos
200 gramos de pepino cortado en rodajas
100 gramos de cebolla roja en juliana
100 gramos de pimentón en tiras finas
4 rodajas de 40 gramos de queso feta cada una
120 gramos de aceitunas griegas
8 gramos de orégano
45 gramos de zumo de limón
25 gramos de vinagre de vino tinto
70 gramos de aceite de oliva extravirgen
Sal y pimienta
Cortas los tomates pelados en cascos y tratas de que el corte de cada ingrediente sirva
para lucir tu ensalada, que tiene vegetales básicos,
pero que es un manjar por el juego de colores y texturas, que junto a la frescura que tienen, dan sus ingredientes. Pones todo en un cuenco.
Mezclas aparte el zumo de limón, el vinagre, el aceite de oliva, la sal y la pimienta.
Juntas la vinagreta con las verduras y las distribuyes en cuatro platos hondos.
Pones un trozo de queso feta sobre cada uno y
terminas con un poco de orégano seco por encima del queso
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